sábado, 1 de julio de 2017

Avances en esa conexión entre el cerebro y nuestro intestino: “el otro órgano del sistema nervioso”


En anteriores noticias hemos hablado de la importancia que lleva tomando nuestro microbioma intestinal para nuestro organismo. ¿Realmente cuando comemos algo que nos suele caer “pesado”, nuestros intestinos generan una serie de movimientos “incómodos” y ruidos como advirtiendo o “gritándole” al cerebro de “algo malo pasa”?.  Es decir, de esta manera gráfica, ¿existiría una conexión entre nuestro intestino y nuestro sistema nervioso a nivel encefálico?, éste, ¿podría explicar el hecho de que sea tan influyente el microbioma, consecuencia de conexión con el medio externo (a través de lo que ingerimos),  del que hemos hablado tanto en otras ocasiones?.

Pues sí, ya desde hace muchos años los científicos denotaban la posible conexión a partir de hallazgos en patologías diversas. Quizá la más sonada sería la enfermedad de Parkinson, en la cual se ve una evolutiva ascendencia de proteínas alteradas desde el sistema neuronal intestinal, a través del nervio vago, hacia el tronco cerebral y así sucesivamente al resto del sistema nervioso central. De ahí que aparezcan nuevas y quizá extremas terapias que pregonan por ejemplo la desconexión a través de una vagotomía.

Pero, ¿cómo se daría esa conexión finalmente?. Hasta hace poco era un misterio. Habían varias hipótesis para inicio de estudios. Finalmente se sabía que muchas de las células epiteliales del sistema digestivo intestinal, aquellas que están en contacto directo con el microbioma (bacterias, parásitos, viris de la luz intestinal), producen elevados niveles de serotonina (conocido neurotransmisor) que actuaría generando una comunicación del sistema nervioso autónomo con el sistema nervioso central. Diversos metabolitos liberados por aquellos microorganismos generaría cierta interacción con dichas células epiteliales  para liberar coordinadas señales de dicho neurotransmisor  para que, así como que en clave morse, se comunicaran con el sistema nervioso.

Recientemente se ha publicado un interesante hallazgo del grupo de investigadores liderados por Holly Ingraham y David Julius de la Universidad de California, San Francisco, a través de la  elaboración in vitro de pequeños organelos intestinales de ratones. En específico dan hincapié a las células enterocromafines (menos del 1% de todas las células que conforman dicho epitelio intestinal), éstas, en contacto con sustancias específicas estimulantes, presentes en  diversos productos alimentarios, generaban una respuesta intensa con carga eléctrica que posteriormente activaban una especia de conexión a modo de sinapsis con fibras nerviosas del mismo tejido intestinal. Es decir se comportaban como neuronas propias (lo que serían los receptores sensitivos comúnmente conocidos), produciendo una respuesta en dichas fibras de liberación de serotonina para generar esa cadena referida previamente hasta nuestros cerebros. Dicho grupo investigador destacaba el hallazgo de que dichas células enterocromafines reconocen compuestos irritantes para que a manera de mecanismo de defensa generaran una comunicación  con el sistema nervioso y activar mecanismos posteriores de defensa para tal (por ejemplo aumento del peristaltismo con la consiguiente diarrea), guiados tras una señal eferente central tras dicho reconocimiento periférico. Denotan igualmente la posible presencia de otras células que tengan una comunicación similar con las células inmunológicas presentes en la misma mucosa de la pared intestinal. Éstos generarían una comunicación directa con el complejo sistema inmunológico, respondiendo así a la otra fuerte conexión que se va conociendo del microbioma con el sistema inmune.

Esto abre por tanto una puerta de investigación no solo para expandir el conocimiento de la comunicación de estos distintos sistemas que antes eran poco tenidos en cuenta, sino que también su aplicación terapéutica como por ejemplo medicamentos que bloqueen estos receptores para minimizar la respuesta a la agresión, exagerada en oportunidades que genera distintos trastornos patológicos.

De esta manera queremos alcanzarles el siguiente link para poder leer el reciente artículo: “Enterochromaffin Cells Are Gut Chemosensors that Couple to Sensory Neural Pathways” publicado en la revista Cell, que seguro será de vuestro interés: 

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